sábado, 20 de diciembre de 2008

De escenarios e ideologías




Una tarde crepuscular en un parque desolado, un viento helado casi cortante y hojas secas y pisoteadas de los ya acabados árboles del otoño es un escenario que no puedo dejar de admirar cada día que tengo la oportunidad de vivirlo, y es que esa imponente soledad reinante y un silencio tajante que sólo es interrumpido por susurros de las muertas hojarascas movidas por el viento, crujiendo y desmoronandose en empedrados, fríos, lúgubres caminos que van aquí y allá por todas las direcciones de lugares que serían dignos de una entonación musical de total melancolía y perdición. 

Pero no es esta una perdición del todo de índole oscuro sino que también es una perdición llena de una sensación de una fría libertad cuando todos los pensamientos cotidianos de todos esos problemas, críticas, odios, rencores e incomodidades ante la vida cotidiana desaparecen abatidos a punta de espada en aquel escenario. Nada llega a  importar realmente en esos instantes, todo se viene a la mente pero no se piensa nada, al mismo tiempo, todo es igual a nada y la nada es a la vez tu todo. Carencia de relevancia invocando un deseo tenaz de capturar para siempre ese instante y fusionarse con él cual fotografía vieja.

"La soledad es muy bonita cuando tienes con quien compartirla." Esto lo dicen algunos, e identifican esos escenarios crepusculares con momentos románticos, y no niego que sean demasiado adecuados realmente, de hecho lo apoyo en toda la expresión pero son también sagrados para otros momentos, momentos en los que se puede tener esa sensación de reflexión solitaria mencionada anteriormente y otra donde aplica otra frase, no recuerdo donde la leí exactamente que dice: "A veces le tenemos miedo a la soledad porque estando con ella suele hablarnos de lo que por comodísimo nos evadimos en nuestra vida." Y esta última es muy cierta cuando la soledad logra un efecto patológico, enfermizo que deteriora cuerpo y mente y lleva a reflexiones que retan toda la capacidad intelectual para tratar de desenmarañar todas aquellas desesperaciones y problemas, así como inecuaciones de sentimientos que analizadas a fondo causan miedo, duda, frustración y desdicha, pero que, ignoradas, vueltas superficiales por un ritmo de vida protocolario pasan desapercibidas y "comodísimamente son evadidas". 

Con todo esto me sorprendo de la increíble capacidad que tiene la mente humana con su habilidad ya sea para llevar a alguien a la felicidad total de la misma manera que puede hundirla en una obscuridad y melancolía extremas. Todo depende si se reflexiona, sobre qué se reflexiona, su causa la manera en que se hace y sobre todo el lugar que se frecuente para hacerlo, en este caso, ¿no sería este parque oscuro, en esa tarde crepuscular y helada como la muerte un lugar excelente para entrar un momento en una reflexión digna de tal lugar?

Y en esto consiste esta observación, y es esta conclusión la que muestra la idea solidificada en sí que quiero exponer:
 
Es sobre la diferencia que puede significar un lugar así, como un crepúsculo en un parque, donde no importa solo el lugar, sino la hora del día y sobre todo el hecho de que halla gente o no, siendo en este caso necesaria la ausencia de todo ser humano a excepción del que reflexiona. La diferencia es crucial: ¿Qué habría en sus pensamientos cuando este mismo personaje se encontrase en el mismo lugar pero esta vez lleno de gente en un día "hermoso", soleado y común? No se puede pensar en lo mismo, la constante actividad de los alrededores lo impide, brinda una sensación de incomodidad e incompatibilidad del sentimiento con el contexto, osea, alguien que quiere pensar un rato, tendrá un resultado diferente según una mezcla de las variables situacionales que son capaces de existir en un determinado escenario. 

Yo en lo personal, me quedo con el parque oscuro y desolado, a fin de cuentas es suficiente para sacar todo lo que se tenga que sacar de la mente, parte destruida y parte transformada, después reirse de uno mismo, mover la cabeza en sentido de negación e ir por un cargado café negro para pensar y caminar aleatoriamente a ningún lugar sin ningún propósito mas que el de entenderse a uno mismo. El siguiente día no puede prometer ser igual, ni peor, ni mejor, simplemente depende de a donde la mente quiera llegar.





1 comentario:

Anónimo dijo...

No se si les suceda a muchas personas como a ami, pero coincido ampliamente contigo, en lo personal tengo como habito, y realmente lo disfruto mucho, sentarme en un parque, yo sola y dialogar con mis pensamientos mas locos y profundos, a veces lo hago muy temprano en la mañana y generalmente lo hago mas en la tarde y en la noche,y nunca puede faltarme mi cafe.
Es algo comico, porque a la gente se le hace raro,pero para mi es bastante agradable.


*Nada llega a importar realmente en esos instantes, todo se viene a la mente pero no se piensa nada, al mismo tiempo, todo es igual a nada y la nada es a la vez tu todo. Carencia de relevancia invocando un deseo tenaz de capturar para siempre ese instante y fusionarse con él cual fotografía vieja*

Eso es exactamente lo que siento!, lo describiste tal cual, como si estuvieses en mi mente.

Solo difiero un poco en la parte en la que mencionas que no seria lo mismo si la persona estuviera en un dia hermoso, con otras personas,supongo que a su alrededor, porque yo me he contrado en en esa situacion,al salirme por la tarde,y usualmente hay niños jugando, gente a mi alrededor y si quiero relajarme y reflexionar lo hago,e igualmente saboreando mi cafe.

Aunque tambien creo firmente que los contextos y situaciones pueden afectar el estado emocional de las personas aunque tambien depende de la fuerza emocional que tenga cada individuo,osea la habilidad para manejarse en el dia a dia.